sábado, 14 de abril de 2007

ROCK y punto

Los que me conoceis un poco ya sabéis cómo me gusta el sonido de una batería potente, y que siempre tiendo a marcar un ritmo con cualquier cosa que tenga cerca, la cucharilla del cafe y la taza, la palma de la mano y la rodilla, la palma de la mano -de nuevo- y el volante del coche... lo que sea con tal de que suene rítmicamente. Pues entonces os imaginais cómo puedo sentirme cuando ùna batería suena inmensa, apabullante, pesada, llavando tras de sí al resto de instrumentos. Bien, pues entonces, si en lugar de una batería con esas características lo que suena son nada menos que dos baterias, a la vez, solapandose, compitiendo entre ellas unas veces, acompañándose otras, poco más hace falta para declararme fan incondicional del grupo que sea.

Pero Lisabö resulta que no son sólo dos baterías, son muuuucho más que eso, llevan dando caña desde 1999, con un rock anguloso y punzante, heredero del sonido Dischord, marcando los postulados de lo que se ha llamado post-hardcore y que a fin de cuentas no es más que rock intenso, con una base rítmica totalmente intimidatoria y con unas guitarras que van y vienen a oleadas de intensidad abrumadora.

Recuerdo Ezarian, su disco del año 2000 como el debut más impactante de los últimos años junto posiblemente con Mutê de (lo:muêso) y More Light de Nisei, pero de eso ya han pasado 7 años, en los que los irundarras han efectuado varios paréntesis en sus trayectoria, hasta que finalmente a comienzos de 2006 decidían poner en marcha su propio sello (Bidehuts) y afrontar la grabación de Ezlekuak (no lugares) desde la más absoluta independencia.

La fuerza apabullante y contagiosa de "Hazi Eskukada I" o de "Aukerak, ankerrak", la intensidad de "Alderantzizko magia" o la tensión que acumula el minutaje de "Nekearen teoria" están ahora mismo al alcance de muy pocas bandas en Europa y ni siquiera logro precisar cómo será la experiencia que supone verlos ejecutar estos temas sobre un escenario.

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zolamola


Muchas ganas tenía ya de escuchar el segundo disco de Zola, sobre todo porque allá por el año 2003, en una época en la que estaba un poco, digamos alejado, del pop así sencillito, el disco Siete maletas me tuvo atrapado durante varias semanas, por su delicadeza y por la calidez y cercanía que desprendía. Desde entonces, a pesar de esforzarme por seguirles la pista el grupo no daba señales de vida, hasta que hace unos meses -in myspace we trust- descubrí con alegría que el duo formado por Gabriel y Nuria tenía casi listas las canciones que formarían parte de su nuevo disco, a editar en el Discos de Paseo.

Finalmente, desde hace unas semanas está ya en las tiendas En la oscuridad, el segundo disco de Zola, con el que insisten en los mismos temas de su debut, letras cotidianas y muy cercanas, bañadas con guitarras acústicas y escogidos arreglos de piano, viento o cuerdas. Está claro que En la oscuridad no va a pasar a la historia de la música popular, ni siquiera creo que logre demasiada repercusión en la prensa especializada, pero a mi me han vuelto a tocar dentro, sin pretenderlo y sin decir las cosas muy alto, pero la calma y placidez con la que se disfrutan canciones como "Tea garden", "Wanda" o "Cercanías Renfe", bien merecen este modesto homenaje.

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Heavengazers

Pues me da bastante pena, pero no me ha gustado mucho el disco nuevo de Schwarz, y digo que me da pena porque personalmente Juanma, Cesar y Alfonso me caen muy bien, y porque además, discos como Hard Listening y sobre todo Cheesy en su día los disfruté tremendamente.

La combinación bien entendida de psicodelia, krautrock y guitarras poderosas ha sido siempre el signo de identidad de los murcianos, y en esta ocasión con Heavengazers, disco que les sirve de estreno en para Acuarela, el otrora sello más imponente de España (aunque este apunte merece un post aparte), grabado para la ocasión en los estudios BluBox en Alemania, la fórmula continúa siendo la misma, es más, en el poderosísimo comienzo del disco con "Spit"*, Schwarz se muestran más poderosos y contundentes que nunca, con la batería en primer plano y como siempre marcando un ritmo demoledor. Pero el problema comienza comienza ahí mismo, a partir de ese momento la tensión y la intensidad comienzan a decaer, y Heavengazers comienza a deambular por paisajes en los que predominan los ritmos repetitivos tan clásicos de grupos alemanes como Neu!.

Eso sí, espero tener la oportunidad de verlos en directo, porque la música de Schwarz es para disfrutarla en una sala oscura y con el volumen al límite de lo saludablemente recomendable.


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